Nautas, caminantes de la mar, pasajeros del viento, jinetes de las olas; por siglos han recorrido el orbe dominando el terror que produce ese azul inmenso del vasto oceano, la soledad miserable que se experimenta allá en la lejanía, sobre la cresta espumosa de una ola rompiente, en la boca misma de la amenzante tormenta que se mimetiza tras inmensas nubes de color gris catafalco. Juan Felipe
domingo, 23 de septiembre de 2012
NAUTAS. Uno de nuestros primeros encuentros
De mi niñez evoco uno de mis primeros encuentros con ese mar furioso, salvaje pero a la vez fascinante. La Wahoo, enorme, tensando el sedal; La chicharra del carrete como diana, dando toque de “A LA CARGA”. Los pies descalzos, enredados en un amasijo de cables, nylon y mangueras que yacen en el piso. La sanguaza y el gasoil danzan en la sentina al vaivén de las olas, reflejando colores iridiscentes. De repente una fuerza hercúlea me hala por los aires, reclamado por el mar. En los ojos de mi padre asombro ante la inesperada riposta de la naturaleza que le arrebata a su hijo. Pescador y pescado, confundidos en un clinch, no se sabe cual es cual. Ya en el aire y a punto de caer de cabezas en el azul infinito, el brazo salvador del gordo Peláez me hace por el arnes, a tan solo un pelo de la muerte.
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